martes, 19 de abril de 2011

Contra el consumo de donas

Es frecuente que la intelectualidad nacional pida resolver el problema de la obesidad infantil. Yo también estoy a favor de ello, pero estoy más a favor de que mientras las donas sean vendidas por empresas sin escrúpulos —que no advierten a los consumidores de los daños que generan— seamos radicales: renunciemos al consumo de donas.

Vamos al grano: el consumidor de donas mexicano, junto con el gringo, es el patrocinador directo de todo este problema de salud pública.

El consumidor de donas paga sueldo de empresas y panaderías, subsidia misceláneas, picha la publicidad, financia el lobby en la cámara de diputados y, claro, las donas se siguen vendiendo al por mayor en todos lados. Y le vale. Quiere pasársela “bien”. Lavado de manos a la Poncio Pilatos.

Los consumidores comunes de donas son los señores reales de la diabetes y la obesidad. Sus jefes de piso.

La dona es la religión de los intelectuales.

Una vez dije esto en un foro. Casi me linchan.

Si te parece poco “realista” renunciar por ética al consumo de donas, entonces, no te quejes. Comprar donas inevitablemente genera —en lo privadito o en lo público— destrucción de cuerpos de modo rutinario.

La dona es el meta-capitalismo.

“Esta obesidad no es nuestra”, ¿neta?

Y, sí, todos estamos hasta la madre. Hasta la madre de donas, cabrones.

No + obesidad infantil = No + donas.

O si usted patrocina la enfermedad y los problemas de salud pública, perdón, si usted desea consumir sus donitas a gusto, sin que lo saquen de onda constantes noticias desagradables, por favor, pida a sus socios (a la Bimbo) que no la chinguen y oculten esos cuerpos obesos de manera más eficiente.



Este alegato es sólo una ligera alteración (mutatis mutandis), del argumento que esgrime Heriberto Yépez para responsabilizar al consumidor de drogas en la guerra del narco.

Es frecuente que la intelectualidad nacional pida la legalización. Yo también estoy a favor de ella, pero estoy más a favor de que mientras la droga sea traficada por personas sin escrúpulos —narcos o policías, militares, funcionarios corruptos— seamos radicales: renunciemos al narco-consumo.

Vamos al grano: el consumidor de droga mexicano, junto con el gringo, es el patrocinador directo de todos estos asesinatos.

El consumidor paga sueldo de sicarios y autoridades, subsidia sobornos, picha las armas, financia las células y, claro, redes de prostitución y esclavitud asociadas. Y le vale. Quiere pasársela “bien”. Lavado de manos a la Poncio Pilatos.

Los consumidores comunes son los señores reales del narco. Sus jefes de piso.

El opio es la religión de los intelectuales.

Una vez dije esto en un foro. Casi me linchan.

Si te parece poco “realista” renunciar por ética al consumo, entonces, no te quejes. Comprar droga a criminales inevitablemente genera —en lo privadito o en lo público— destrucción de cuerpos de modo rutinario.

La droga es el meta-capitalismo.

“Esta guerra no es nuestra”, ¿neta?

Y, sí, todos estamos hasta la madre. Hasta la madre de coca, cabrones.

No + sangre = No + droga.

O si usted patrocina la corrupción y al narco, perdón, si usted desea consumir su droguita a gusto, sin que lo saquen de onda constantes noticias desagradables, por favor, pida a sus socios (los narcos) que no la chinguen y se deshagan de los cuerpos de manera más eficiente.

6 comentarios:

Buitrón dijo...

Buen argumento completamente de acuerdo contigo.
Apenas te vi hace unos días en Foro Tv. Me parecieron muy interesantes las recomendaciones de libros que hiciste. Poco complacientes para el público cautivo de Televisa pero muy honestas y muy como en este afán de retar al televidente. Ya los estoy buscando ambos aunque, al igual que tú, no fumo.
Yo, soy ilustrador. A partir de ahora seguiré tu blog.
Saludos!

0.2009 t.C. dijo...

Aforismo 1. La memoria se intuye en el futuro.
Lees un pasaje que quisieras retener. La memoria es la posesión a que puede aspirar la inteligencia, de modo que el desasimiento es una optativa estética. El decurso natural no puede detenerse y la febrilidad frenética de una verdad revelada se escaparía de las manos si el cuerpo no se capturase por lo que signa la identidad de la fuerza, a saber, la violencia (esto explica la prisa súbita de la vida recuperada, reminiscencia galopante de la carrera genitiva). La experiencia no es algo que se trasciende sino algo que se atraviesa y, en el caso de la experiencia ajena, algo que se traspasa. El presente, pues, puede dilatarse en la realidad absolutizada del cuerpo que se refunde como un espejo reordenado para devolverse a la simetría y el orden más obvio de la respiración tras el clímax. El decurso, que es la inmediatez del Logos, cuando está concatenado al descorrerse sucesivo de la música visual (el texto), sufre la apoteosis del silencio final y concluye las implicaciones de la interpretación más intrépida. Esto muy bien puede no ser así. El libro es un objeto de invocación y evocación a arbitrio, por lo que puede suspenderse para recapitular o releer. El transcurso interrumpido o viviseccionado supone que la fluidez del presente puede condensarse en pausas mnemotécnicas. La intuición unitaria del tiempo va descrita por la naturaleza global de la reincidencia, que abarca tanto la noche como el día. El sueño y la vigilia son optativas regulativas. El desorden de estos cuatro elementos conduce a la locura y un irrestricto orden a la paz (el bien del Hombre), que, en el caso del saber juvenil, es el aburrimiento. El saber condensado de la sobriedad es la lupa de una hora que se asoma sobre el segundo casi perdido de su paso. En el último instante ebriedad y lucidez se confunden y conciben el mito de la vida y la muerte, desarticulan el instante y una posible excitación sexual incipiente clamaría el ultraje amatorio de los cuerpos arrebatados a todos multifacéticos hambrientos de placer. El cuerpo de otro no se atraviesa como el cuerpo del texto, que se semeja al estado original del límpido sentir. La restitución del significado es el cambio de sentido. El olvido es un signo de distracción, pero la distracción puede deberse a la viveza del pensamiento interior, en contraposición a los sentidos y la atención. Las ganas de vivir están concatenadas a la perceptibilidad de la Anécdota, mientras que las certezas de una experiencia trascendida por la naturaleza itinerante de la muerte desubican la cartografía del alma y la transpolan a un extremo meditabundo, reconcentrado o indiferente. Si entendemos la lectura como una labor decodificativa, podemos decir que las dos lecturas que hay son una inmediata, organizada a un significado dado, y otra especulativa o experimentante. Reducción de un concentrado que reasigna el significado, la memoria se intuye en el futuro.

0.2009 t.C. dijo...

Me pregunto qué sería más difícil, si una escritura fantástica poblada de significados alegóricos cuya imaginería fuera una inventiva capaz de organizar y recrear a sus figuras, máquinas de lo perecedero y la regeneración, llevando a cabo una fusión entre palabra y creación (¿cuál es la diferencia entre crear e inventar?) o si reconcentrar las tensiones propias de la experiencia lingüística en el diseño de un personaje retocado por un aura de realidad, que, en el caso que refiero, el de ser un personaje, debe conllevar las exigencias de la ficción en la verosimilitud. O dicho en otros términos, me pregunto qué es más satisfactorio para un escritor, si lograr un texto que nos cuente la génesis de su acomodo, como si de cuadros de memoria se tratase, o, y me respondo, si llevar a cabo la transfusión entre ejemplo y anécdota. El primer caso se semeja a un corpus mnemotécnico que, si de poesía se tratase, podría ser una verdadera obra de maestría, mientras que el segundo, si fuera una novela, encontraría su símil en la misteriosa figura del espejo asesino, un juego de espejos o la proposición de una casa de espejos cuya enigmática reflexiva nos situaría en un lugar en el mundo. Estoy conciente que la respuesta que me doy va coligada a la malicia del gusto, que en el caso del habla es el humor, o, más deliciosa y aburridamente, la precisión. La predilección estética como experimento del prejuicio. Algo muy gracioso, y por lo demás imposible y desentonante, sería que un lector se llevara un susto e intempestivo sacudón, como cuando alguien o algo nos espanta, al dar con una clave en la página. ¿Cuál es la diferencia entre gusto y placer? Los cebos del texto llegan a un clímax irrecuperable en una segunda, tercera o quinta lectura, y se desgastan irremediablemente hasta que la memoria los haya olvidado del todo, quizá en varios años, cuando ya no tengamos el mismo humor que antes, por lo que la intensión de la evocación y/o invocación debe ser cuidada como un artículo de lujo, no se debe abusar de ciertos libros (es interesante observar los flujos de la inteligencia: mi experiencia constata varios libros que contrapongo: en uno lo primero fue el asombro, después el entendimiento y al final la carcajada, para después pasar a eventuales y fragmentarias lecturas perfectamente tristes; en otro primero fue la risa, después la duda, el asombro y la seriedad; otras lecturas exhaustivas (hay un libro relativamente breve que leí casi diario por el período de un año), en cambio, no dejan de trascender lo que Steiner denomina recapitulación interpretativa (este último comenzó como una oscurísima labor exegética), y, en otro ejemplo que selecciono, lo que parecía un humor e ironía devastador, se convirtió en la más grave –e irónica– lectura. Otro libro, del que hice cinco o más lecturas seguidas, sigue siendo tan fresco y vívido –por decir lo menos– como siempre; etcétera).

JHT dijo...

A mi me gustan las donas.

JaviMuack! dijo...

Estimado Señor Amara
mi nombre es Javiera Clerc (Chile)y me gustaría ponerme en contacto con usted.
si pudiera enviarme un mail de contacto me sentiria muy agradecida.
Le dejo mi dirección de correo electronico ja.clercz@gmail.com

de ante mano muchas gracias

RocioFernz dijo...

Las empresas puedan hacer lo que quieran, y fabricar tantas donas como se les cante, te equivocas a donde apuntar y le erras muy mal, eso depende de la educación alimenticia que reciban las personas, porque… yo como donas, y voy a seguir comiéndolas, el tema es que no vivo para comer, como para vivir, y mi dieta no consiste en repetir semejantes calorías diariamente, ocurre lo que ocurre por falta de educación y por expansión de la ignorancia.