lunes, 30 de noviembre de 2009

El sustito

Sonó el teléfono, era una grabación: “Si ve algo sospechoso o sabe de algún ilícito, denúncielo”. Me sentí poderoso como un espía. Un furor malsano se encendió en mí: ¿a quién le puedo meter un sustito? Empezaba a repasar mentalmente la lista de mis odios, cuando advertí que estaba cayendo en la trampa del gobierno. Con el pretexto de la guerra a las drogas, ahora cualquiera puede ser el enemigo. Pero, ¿y si esa llamada era el verdadero sustito? Sentí a mis espaldas la mirada de los vecinos. El que se sabe vigilado se convierte en un vigilante feroz.

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