miércoles, 18 de marzo de 2009

De algunos castigos que se infligen con el lápiz

Si hemos de creer que toda creación es en el fondo autorretrato, es escandalosa la cantidad de autores que tienen en tan baja estima su figura.


Uno de los riesgos de afilar demasiado el lápiz es que terminamos por introducirlo distraídamente en nuestra oreja.


Lo que en todo momento debe combatir el escritor es el ingenio. Una vez que los primeros chispazos se han apagado de la mente del lector, lo que sus ojos buscan son más bien las evoluciones del humo.


Quien procura a toda costa la originalidad descree de la palabra justa.


Las ocurrencias, como las pompas de jabón, ignoran la elegancia de simplemente desinflarse.


No por capricho ni por razones de velocidad prefiero escribir con lápiz y casi nunca a máquina: me pone alerta escuchar las risitas burlonas que se desprenden al rasgar el papel.


Probablemente uno toma la pluma por carecer del talento necesario para consagrarse a algún vicio realmente extravagante.


Descubro que el autor gusta de introducir al menos una barbaridad en sus discursos, como si ello contribuyera al equilibrio estético.


Ni siquiera la ejecución más perfecta tendrá nunca la belleza del plan.


La escritura es una forma de ir al encuentro de lo que uno piensa, pero todavía no ha pensado del todo.


Pulidor de lentillas de aumento para mirar la realidad, el poeta recuerda a un dependiente de una óptica anticuada y sola.


La exageración, en la escritura, delata una realidad en algún sentido decepcionante.


Libelos, volantes, desplegados. ¿No se parece al gesto de colocar mosquitas muertas de papel en la tela de la araña?


Encontrar en la página una palabra poco común se parece al encuentro de un hombre enmascarado en medio de la multitud.


Aun la frase más original debe cojear de un pie en honor al viejo estilo, pues de otra forma parecerá una forma estrafalaria de ruido.


También el canto de los pájaros es más bello cuando no persigue ni se propone nada.


Una idea, mientras más elevada y abstracta, debe resignarse a carecer de fragancia.


Aun en la inmundicia puede hallarse poesía. De allí tantos pepenadores obstinados en escarbar dentro de sus sentimientos.


Escribir en papel nos da al menos el gusto casi animal de estrujarlo, de oír el crujido de las frases al desbaratarse.


Aerodinámicamente diseñadas para viajar a contracorriente, apenas las ideas novedosas se sienten impulsadas por una brisa de aliento (o por un poco de dinero a su favor), el desequilibrio, en un comienzo imperceptible, es de tal magnitud que no tardan en caer frente a nosotros sin mayor aspaviento.


Lo único que distingue al diario íntimo de las cartas dirigidas contra uno mismo es que en el precio del bochorno no se incluyen las estampillas postales.


Las frases de mi mano izquierda son breves y directas, ligeramente banales. La mano derecha, en cambio, descontenta ante la perspectiva de sólo expresar un pensamiento, se enreda y desorienta, siente la tentación de perderse en regodeos cada vez más disparatados. Con asombro primero, y en estos últimos días ya con abierta condescendencia, he notado el impulso de ambas por convertirse en la mano contraria: por ocupar el espacio imposible de su reverso. El ademán natural que producen es un intranquilo cruzamiento de brazos.

4 comentarios:

Claudia Isabel Quiñónez dijo...

Hola Luigi

Es extraño, pero con las herramientas de escribir me vienen dudas como con las comidas; a veces no sé si me gusta mucho un pastel de cierto tipo, por ejemplo. Bueno, será normal que en ciertos momentos así nos pase.
No soy buena con la compu,pero me he dado cuenta de ciertas ventajas de escribir en computadora. Puedo descargar un montón de ideas con rápidez, pero cuando escribo con pluma me siento muy segura, como si supiera que lo que escribo no se va desaparecer.
Bueno,soy Claudia, te conocí en la Facultad de Filosofía, en la UNAM. Una plebe gordita pelo chino, que siempre te preguntaba por tu papá. Esperó que estén muy bien tu y también tu familia. Me agrada mucho cómo escribes. Hasta ahora me doy cuenta que tienes un blog. Leí un poema tuyo que no sé porqué, pero me dió mucha risa. Algo de que te crecen muchos cabellos en tu cuerpo. Me hizo mucha gracia y me dieron ganas de si un día te veía, estar de desmadrosa y gritarte: "¡Luigi, te salió otro pelo!"
Bueno pues yo también tengo un blog nuevo. Lo abrí apenas ayer. Tengo como 15 poemas míos ahí. Ojalá los leas. Con el tiempo iré poniendo otros que he escrito. Y pues ojalá que entre la basura encuentres algo bueno.
El blog es http://decomanitoacosala.blogspot.com/
Hasta luego y que estés bien.

Luigi Amara dijo...

Jajaja, Pues sí me siguen saliendo pelos hasta por las orejas, Claudia. Aunque tenga demasiada confianza en la gillette, el ser humano no deja de ser como la mayoría de los mamíferos: un mero pretexto pera el crecimiento de pelo.
Muchos saludos, me echaré un clavado en tu blog.

edegortari dijo...

Cuánta razón tienes: la belleza de los planes es incomparable.

Excelentes aforismos. Parafraseándote, ciertamente es de pena que muchos piensen que el aforismo es un mero subrayar de frases.

Saludos

* dijo...

"Escribir es intentar adivinar lo que uno escribiría si escribiese" (Marguerite Duras a cuatro manos con Enrique Vila-Matas)

Un abrazo, Luigi.