A Héctor J. Ayala, el día de su boda
Queríamos ser el crujido
que anuncia la catástrofe,
la sombra que empaña los espejos,
el chirrido de la uña
en el cristal del insomnio.
Sólo soñábamos en crecer
como el ojo
que te mira desde el fondo del vaso,
como la grieta en la fachada del decoro
o esas termitas royendo
los recuerdos.
Estábamos llamados a vivir
como el borracho
que se cuela en todas tus fotografías,
como el insecto que zumba
adentro de tu cabeza,
el ántrax en el trasero de los poderosos.
Queríamos prolongar la trompetilla
que aturde el coro de los cuerdos,
ser esa tuerca floja
en el mecanismo de la felicidad,
la gota de sífilis ofrecida en el beso.
Eso planeábamos, pero ahora
que somos sombras, manchas,
el eco de un bostezo lejano, me preguntas
¿qué haremos?, ¿qué haremos con todo eso
que no fuimos, con esas ruinas ruidosas,
con esas piezas sueltas que se agitan
al interior de la cabeza?
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