No tienen remedio los filósofos, que un día abandonaron su papel desestabilizador, su impulso prometeico, su elaborado incendio, para apagarse y consumirse en el espejismo del rigor. No tienen remedio los filósofos, cuyos cuestionamientos dejaron de ser intempestivos y urgentes, y desde hace tiempo se acumulan en las sombras, encuadernados en tesis campanudas, en cansinos proyectos de investigación. No tienen remedio ni cabida casi, hoy que sus nuevas preguntas, como Aquiles desorientados ante el paso imparable de la tortuga de la realidad, están siempre a la zaga, irremediablemente detrás. No tienen siquiera sentido del decoro, refocilados en lo más alto de las torres de marfil de la academia, planteando sus problemas inocuos, que nadie quiere oír, que no interpelan ni sacuden a nadie, cada vez menos y menos pertinentes que el camello que vacila en el umbral del ojo de la aguja.
No tienen salvación porque les falta enjundia, náusea, arrojo o insolencia; parapléjicos siempre en busca de las muletas de la prueba, burócratas del vértigo, pulgas pensativas hartándose de polvo en el búho disecado de Minerva. No tienen salvación porque abjuraron de la risa, y todavía se atreven a defender, como si nada, que al hombre puede salvarlo su propia reflexión. No tienen remedio porque adoran a esa diosa bastarda, la coherencia, y porque en definitiva ir a la raíz de las cosas es la forma en que los seres rastreros se andan por las ramas.
No tienen remedio porque no han terminado de escribir su nota al pie de página en los Diálogos de Platón; porque optaron por hilar demasiado fino, por agotar la minucia, ser amos y señores de su esotérica parcela, mientras el tren expreso de lo impostergable pasaba ruidosamente frente a ellos.
No tienen remedio ni tampoco perdón, porque se obstinaron en reducir el orificio de su oído para sólo dejar pasar el hilo un tanto frígido de la razón, taponándolo con cera a todo lo que pareciera sugerencia, mito, insinuación. Porque el mareo de sus cavilaciones no los ha llevado a crear un nuevo estilo de pensamiento, una forma distinta de escribir, tan oxidados se encuentran por redactar informes, glosas, comentarios del comentario del comentario. Porque incluso la tecnología, cada nueva criatura proveniente del Valle de Silicón, genera más conceptos, más desajustes en la realidad que todos los filósofos juntos.
No tienen remedio y mucho menos vergüenza, hoy que se les ve tan cómodos e inofensivos en las vacaciones pagadas de los congresos, que al encerrarse a meditar frente al fuego de la chimenea, de espaldas al mundo, con un guiño posiblemente de desprecio a René Descartes, no es sino para la ensoñación de su año sabático.
No tienen remedio, en fin, por tanta gravedad y suficiencia. Por razonables, por bien portados, porque hace siglos que no se caen a un hoyo al mirar las estrellas. No tienen remedio ni futuro los filósofos, porque sencillamente un día, acaso sin saberlo, renunciaron al radicalismo de inventar de nueva cuenta el porvenir.
Publicado en Etiqueta Negra
1 comentario:
¿Cuanto has leído no, rey? Para creerte por encima de la filosofía. Hace falta más que decir "Espejismo del rigor" y "La Diosa bastarda de la coherencia".
Pero si entraí al juego con un ensayito inutil o poesía: Críptico-abstracto te mantendrás, por que Los Filósofos, que nos ocupamos con proveecho de temas de envergadura, nos interesa muy poco lo que los pretendidos oráculos quieran o no, decir.
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